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Podría empezar diciendo que el Volumen 2 del final de Stranger Things es un caos.
Que se pierde en su propia mitología, que se mira demasiado al ombligo y que se olvida de aquello que la convirtió en un fenómeno cultural: personajes claros, emoción directa y una narrativa que avanzaba con decisión.

Podría decir que es pretencioso, sobreexplicado y agotador.
Que confunde profundidad con complejidad y que convierte el misterio en una clase magistral interminable.

Podría escribir un artículo entero fingiendo indignación, subirlo a redes con un titular incendiario y quedarme tan ancho viendo cómo suben las interacciones.

Eso es lo que diría si me hubiese parecido una mierda.

Pero no ha sido así.
Y aquí viene lo incómodo.

Porque el problema del Volumen 2 no es que sea malo, ni siquiera que esté mal escrito. El problema es otro, y quizá más frustrante: tiene muchísimo material bueno… enterrado bajo un minutaje mal repartido, diluido entre escenas que pesan más por quién las protagoniza que por lo que realmente aportan.

No estamos ante un desastre narrativo, sino ante una temporada que sabe a dónde quiere llegar, pero que tarda demasiado en hacerlo. Que tiene respuestas potentes, ideas interesantes y giros bien pensados, pero que los dispersa entre demasiadas voces, demasiados momentos “importantes” y demasiado miedo a dejar a alguien fuera.

Y eso, en una recta final, duele más que un error evidente.

Hoy analizo Stranger Things – Temporada 5, Volumen 2:

— Por qué las respuestas llegan, pero no siempre brillan
— Cómo los personajes “importantes” diluyen los misterios en lugar de potenciarlos
— Y por qué este bloque se siente más como preparación que como clímax

El gran error: confundir peso emocional con tiempo en pantalla

Vamos a decirlo claro: el problema de este Volumen 2 no es que explique demasiado, sino a quién deja explicar.

Hay una idea muy clara detrás de estos episodios: repartir el protagonismo, dar su momento a todos, cerrar arcos emocionales y no dejar a nadie fuera. Y eso, en teoría, suena bien.

En la práctica, diluye el núcleo de la temporada.

Los grandes misterios —la naturaleza del Upside Down, el origen del vínculo, la lógica interna de Vecna, el funcionamiento real de las dimensiones— quedan constantemente interrumpidos por escenas de personajes que, aunque queridos, no aportan nada nuevo a la ecuación.

No es que sobren personajes.
Es que hay demasiados minutos dedicados a reafirmar quiénes son, cuando ya lo sabemos de sobra.

Cuando la explicación existe… pero se dispersa

Las respuestas están ahí. Todas.
El Volumen 2 sí explica el Upside Down, su relación con otras realidades y el papel de Vecna como arquitecto del desastre. El lore no se esconde. No hay trampa.

Pero el problema es estructural:
las explicaciones no se concentran, se fragmentan entre escenas emocionales, subtramas paralelas y conversaciones que parecen importantes solo porque involucran a personajes “históricos”.

El resultado es una sensación constante de:

“Vale, esto es interesante… pero ¿por qué estamos hablando de otra cosa ahora?”

No es falta de claridad.
Es falta de foco.

Will Byers: por fin el centro… y aún así insuficiente

Si hay un personaje que justifica su peso en este Volumen 2, ese es Will. Su conexión con Vecna deja de ser simbólica para convertirse en funcional, peligrosa y decisiva. Aquí la serie acierta de pleno.

El problema es que cuando la trama se alinea con Will, cuando el misterio y la emoción caminan juntos, el episodio funciona de verdad.
Pero esos momentos no dominan el metraje, compiten con demasiadas líneas secundarias que no empujan la historia hacia delante.

Esto es especialmente sangrante en una recta final.

Demasiados protagonistas, poco protagonismo real

Stranger Things siempre ha sido coral, sí.
Pero nunca había sido tan evidente que no todos los personajes tienen algo relevante que decir en este punto de la historia.

Hay personajes grandes, carismáticos, icónicos… que aquí simplemente ocupan espacio. No estorban emocionalmente, pero ralentizan la narrativa cuando el relato debería estar apretando el cuello al espectador.

Esto provoca una paradoja muy curiosa:
— Hay más minutaje de personajes importantes
— Pero menos sensación de avance real

Y eso, en una serie que se despide, duele.

Entonces… ¿fracaso o paso necesario?

No. No es un fracaso.
Pero tampoco es el golpe maestro que muchos esperaban.

El Volumen 2 es una temporada de transición dentro de una temporada final. Su función no es emocionar al máximo, sino ordenar el tablero, cerrar puertas y colocar a cada pieza donde debe estar antes del final.

El problema es que lo hace con demasiada cautela, como si tuviera miedo de dejar atrás a alguien.

Y a veces, para que una historia funcione, hay que dejar cosas atrás.

Lo que queda claro

Stranger Things no se ha perdido.
Pero sí ha elegido explicarse más que conmover, repartir más que concentrar, cuidar a todos más que apretar al espectador.

El Volumen 2 no es malo.
Es irregular, pesado a ratos, brillante en momentos concretos y frustrante por lo que podría haber sido si hubiese tenido más valentía narrativa.

Ahora ya no hay excusas.

Les queda a los Hermanos Duffer una última bala.

📅 Próxima entrega: análisis del episodio final, esta semana.

Esta noticia está escrita por Fran Molinez.

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